EL MAR DE LOS
SUEÑOS
Atardecer en el
mar del sueño. Las nubes corrían sigilosas por el cielo, jugando a las
escondidas con el viento.
Las olas bailaban impetuosas para las estrellas que
comenzaban a brillar como pequeños diamantes en un terciopelo teñido de bordó,
rosa y turquesa. Poco a poco salía mirando expectante la Luna, aquella cuya
blancura radiante ilumina con su candidez. Los peces saltaban libres en las
aguas del mar del sueño.
Fran, un pez pequeño muy particular, un soñador.
Desde hace un tiempo comenzó a entrenarse en saltar cada vez más alto entre las
olas por conseguir el logro de su gran sueño: despertar el interés, la mirada
de la luna bella.
Cada noche se esmeraba con profunda pasión y
repetía convencido: -algún día, ella me verá desde allí arriba y me llamará por
mi nombre ¡lo sé! Sus amigos peces que lo acompañaban siempre se reían mucho de
su insistente afirmación; pues sostenían que la luna jamás podría detener su
mirada en un pequeño pez entre un gran cardumen y cientos de animales marinos
que nadan por el mar.
Fran estaba tan enamorado de la luna que repetía
cada noche, la misma rutina: saltaba entre las olas con ímpetu y desafiándose a
sí mismo: -¡lo lograré! ¡La luna me observará con admiración! Y… ¡me llamará
por mi nombre! ¡Así será! Reafirmaba su gran sueño, aquel que lo motivaba con
pasión inagotable.
Una noche, la luna llegó despacio hasta el centro
del cielo y sonrió feliz, contemplando todo a su alrededor: las estrellas,
nubes, barcos, gente, luces, faroles, golondrinas nocturnas, y animales del
mar. De pronto llegó el cardumen dónde Fran era el pez que saltaba más alto
entre el oleaje bravo que anticipaba una tormenta. El viento comenzó a soplar
tan fuerte que corría las nubes.
La luna se mostró preocupada, por tanto movimiento
y algunos relámpagos que tronaban furiosos. Esta situación para Fran era más
desafiante; y envistió con mayor esfuerzo sus saltos, sabía que esa era la
noche dónde ocurriría algo importante.
Fran, un pez color naranja que al entrenar durante
el día se cargaba con la luz del sol sus escamas y al llegar la noche algo
maravilloso se producía en él, luminiscencia. Esa noche tan rara, él se destacó
en el mar oscuro, y en uno de los saltos, llamó la atención de la luna. La
curiosidad por saber qué era esa pequeña línea naranja que se movía tan rápido
en el mar; produjo que la luna comenzara a descender rápidamente.
Fran se deslizaba a contra viento sin detenerse, a
puro salto. Hasta que se encontró con la luna en el medio del mar, se detuvo
admirado por su inmensa luz, sus ojitos quedaron maravillados.
La luna le preguntó: – buenas noches, ¿cuál es tu nombre?
La luna le preguntó: – buenas noches, ¿cuál es tu nombre?
-Soy Fran, un pez soñador-Contestó entusiasmado
– Fran, ¡qué bien! Tienes sueños eso es
divertido-Replicó la luna.
– Y ¡mucha pasión! -Agregó Fran.
– Pasión ¿Y para qué sirve la pasión?
– En el mar de los sueños, la pasión es el motor
para lograrlos. Si deseo algo no me detengo-Contestó Fran airoso.
-Claro que ¡sí! El secreto está en ti. ¡No te
detengas! Sigue creando nuevos sueños-Completó la luna.
Así fue como desde aquella difícil e imprevista
noche el gran sueño de Fran se cumplió.
En el mar de los sueños se puede ver cómo cada
noche los peces saltan felices entre las olas divertidas del mar. Y la luna
contempla sonriente iluminando sus recorridos.
Fin
VIVIANA
VELEZ
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